• 01/12/2023 11:12 am

El ferrocarril de Tarapacá

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Las Arterias de la Riqueza Pampina: la historia del ferrocarril en Tarapacá

“Si contemplan la pampa y sus rincones, verán las sequedades del silencio”… comienza así, una de las obras más significativas del acervo cultural nacional y por cierto, pampino. Sin embargo, hubo un tiempo en que la pampa salitrera, bullía de actividad industrial, produciendo el “oro blanco”, el salitre que permitió a nuestro país, gozar de uno de los periodos de mayor prosperidad económica de su historia. Podemos discutir sobre el origen y destino de esa inmensa riqueza, de los notables desequilibrios que se producían entre la oligarquía dominante y las masas obreras que extractaban esa riqueza desde las entrañas del desierto; más, estaremos de acuerdo que Iquique, la “Reina del Nitrato”, fue la capital de la riqueza sin parangón que alimentó a Chile entero.

Hoy, ese pasado ostentoso y lleno de paradojas, nos ha dejado como legado una ciudad llena de historia y casonas patrimoniales que adornan el Paseo Baquedano con las huellas de una historia única e irrepetida; pero en la pampa, quedaron otras huellas de aquel pasado glorioso, huellas que cruzan la pampa en todas direcciones como si fueran las cicatrices de un verdadero sistema circulatorio de la riqueza: el ferrocarril salitrero, que uniendo oficinas, pueblos y puertos, permitía transportar la riqueza salitrera desde Tarapacá hasta todos los puertos importantes del mundo, vía una inmensa flota de buques de cabotaje, los clippers, cuyos mástiles plagaban la rada iquiqueña cada día, desde el auge del ciclo salitrero, por allá, en la década de 1880, hasta los años 30 del siglo XX, conformando un periodo de medio siglo, que marcó a varias generaciones de tarapaqueños y cuyas huellas y rastros, perduran hasta hoy.

Este es el testimonio del trabajo de centenares de hombres y mujeres, de aquellos obreros anónimos que fueron capaces de levantar una obra de ingeniería digna de titanes para que el “pata’e fierro”, cruzara el ardiente desierto transportando personas y por sobretodo, la riqueza salitrera, a través de centenares de kilómetros de ramales y vías que conforman lo que hemos llamado como las arterias de la riqueza.

El inicio de la industria salitrera, es a partir de un balbuceo; una tímida exploración que depende de encontrar clientes fuera del país, en un momento en que Chile, formaba parte del Imperio Español. Es a fines del siglo XVIII, cuando el industrial Santiago Zabala, obtiene los permisos necesarios por parte del virreinato, para iniciar la explotación de salitre y exportar un primer cargamento hacia España, para la única fábrica de pólvora existente en la Península Ibérica.

Es fácil imaginar la verdadera epopeya que esta acción involucró, en una zona donde todo era escaso, desde la mano de obra, hasta las facilidades e ingeniería para transportar el salitre extractado hacia el humilde y oscuro puerto que era el Iquique de principios del siglo XIX.

El cargamento, transportado a lomo de mulas, bajó desde el primer yacimiento identificado, “Sal de Obispo”, ubicado en la zona aledaña al puerto de Pisagua, hasta el sector de la caleta “Bajo Molle”, siguiendo un sendero zigzagueante que fue conocido después, como “la ruta del Godo”

 A pesar del fracaso comercial de la aventura de Santiago Zabala, la aparición del químico esloveno Tadeo Haenke, que llegó a Tarapacá en los primeros años del siglo XIX, promovió un proceso industrial que hacía mucho más económico el proceso extractivo del salitre, lo que estimuló la construcción de nuevos yacimientos tales como Pampa Negra, Zapiga y Negreiros, con lo que se inicia, bajo este sistema llamado de “Paradas”, la extracción industrial del salitre para proveer de pólvora al continente europeo y mantener las múltiples guerras que caracterizan aquel periodo de la historia del viejo continente.

Existiendo por tanto, la necesidad, se comenzó a organizar el mercado y con ello, estas primeras “paradas” o yacimientos, iniciaron su vida como pequeños centros urbano-industriales, generándose un flujo caravanero que reproducía, de alguna manera, los movimientos que históricamente, venían realizando las antiguas caravanas comerciales de indígenas que bajaban desde el Gran Lago Titicaca, hasta el litoral tarapaqueño.

Con la adopción del Sistema Shanks, difundido por el ingeniero chileno Pedro Gamboni Vera, la industria salitrera pudo abaratar costos y tiempo de producción, provocando un mayor margen de ganancias para los incipientes industriales y así, estimulando la proliferación de nuevos yacimientos, llamados ahora como “oficinas”, que lenta, pero inexorablemente, comenzaron a replicarse a lo largo y ancho de la pampa y llenando de vida y trabajo a este árido páramo.

Considerando que a partir de 1809 comenzaron a levantarse las primeras paradas salitreras, se inició a su vez, el proceso de colocar el producto en diversos mercados, especialmente en Europa. Para estos efectos, y como una medida tendiente a levantar la alicaída economía de Tarapacá, el gobierno peruano de la época, intentó a través de Mariano de Rivero, interesar  a los europeos en 1821 para comprar el salitre.

Sin embargo, dichos intentos no fueron exitosos. A pesar de los escollos, pensando en el fomento y protección de la naciente industria, el gobierno del Mariscal La Mar, expidió el Decreto del 28 de Mayo de 1828,  por el cual se autorizó la exportación de salitre, por el puerto menor de Iquique.

En aquellos años, de dominación peruana; el gobierno limeño tenía mediana claridad de la importancia que la industria salitrera potencialmente podía generar. El descubrimiento de nuevas propiedades para el salitre, que más allá de ser un insumo insustituible para la pólvora, también demostró ser un poderoso fertilizante para renovar las desgastadas tierras de cultivo europeas, generó un nuevo e inmenso mercado, que sumado al milagro natural de que Tarapacá, principalmente y Antofagasta en menor medida, eran los únicos lugares del mundo que producían el nitrato que se iba transformando, día a día, en un producto del más alto valor comercial.

Los industriales del norte se interesaron en utilizar las caletas más cercanas a los centros de  producción: Pisagua y Mejillones del Norte.

Para estos efectos, se presentó una petición al gobierno peruano, solicitando la habilitación de esos lugares para dicho fin. El ejecutivo respondió que no podía intervenir en la materia, ya que dicha resolución era privativa del congreso peruano.

Sin embargo, la petición originó un proyecto en el Congreso, que fue aprobado, considerando que la exportación de salitre era la principal actividad económica de Tarapacá. La ley fue promulgada el 14 de Septiembre de 1831. Su único artículo estableció: Los buques pueden exportar salitres de las caletas de Pisagua y Mejillones, en la provincia de Tarapacá, con la calidad de ir en lastre llevando a su bordo el correspondiente resguardo del puerto de Iquique.

De esta manera, el gobierno limeño, siempre ávido de recursos económicos para sostener su corrupta clase política, licitó el diseño y construcción de un primer ferrocarril que permitiera optimizar el transporte del salitre, desde los puntos de producción, hasta las instalaciones portuarias del pequeño puerto iquiqueño, que a la sazón, ya había sido declarado como “Puerto Mayor”, mediante decreto del 26 de junio de 1855: Según una crónica de Guillermo Billinghurst, “Iquique fue erigido en Puerto Mayor por Decreto del 26 de Junio de 1855, atendiendo, según dice el decreto, a que la explotación del salitre debe ser protegida eficazmente por el gobierno, por el gran incremento que de ella debe resultar a la riqueza nacional”.

Si bien es cierto que el gobierno peruano otorgó la primera concesión para la construcción  de una línea férrea que uniera Iquique con algunas de las oficinas salitreras más importantes, la que data de junio de 1868 (cuyo ramal debía concluir en el poblado de La Noria); la verdad es que las obras, construidas por la empresa Montero Hermanos, no fueron finalizadas sino que hasta 1871, siendo la inauguración de dichos trabajos el día 28 de Julio.

En 1874, se finalizó la construcción de la línea entre Pisagua y las salitreras de Tarapacá. Dicho ramal fue utilizado durante la Guerra del Pacífico, por las tropas chilenas.

Recién en el año 1885, se conectarán las líneas del ferrocarril de Montero Hermanos, con el ramal privado que fue tendido entre las localidades de Huara-Agua Santa-Caleta Buena (concluido el 19 de Septiembre de 1890), y estimulado especialmente por el industrial James Humberstone, cubriendo así, la totalidad de la pampa salitrera.